Primer módulo, primer año. Ahí comienza todo. El primer día de clases en la Escuela Nacional de Teatro fue emoción y alegría conjunta, con nuevos compañeros y nuevos retos de la mano. El horario difuminaba un olor a nuevo, olor a aventura: Espacio teatral, Historia del teatro, Interpretación, Yoga, Acrobacia, Artes marciales, Danza, Canto, Biodinámica. Todo alrededor olía sueños, cada materia fue algo nuevo y de alguna manera experimentamos también un encuentro con nosotros mismos, con nuestros miedos, fortalezas y debilidades.
Una de las materias más esperadas fue Acrobacia. Todos o casi todos comenzamos la materia con miedo y ansiedad, ninguno de nosotros había hecho acrobacia antes o si alguien lo había hecho era lo más mínimo, y aunque el miedo a atreverse era muy grande, el profesor nos dio confianza para empezar a hacer desde un “rolito” hasta una “parada de mano”, en donde, aún sin tener todavía completa la técnica necesaria, primaba la confianza en el otro y en el grupo; equivocarse era y es cosa de todos los días y nos dimos cuenta de que, al final de todo, eso no es malo.
Sin duda, cada materia aporta lo suyo y nos envuelve en conocimientos y destrezas, sin embargo, sí hubo algo dentro del primer módulo que nos hizo cambiar nuestra visión del teatro: el “Clown”, nuestro propio “Clown”. Fue una experiencia maravillosa conocer a un ser que habita dentro de nosotros y que sea él quien nos enseñe a actuar; despojarnos de nosotros mismos para verlo nacer fue difícil pero una vez metidos en el juego, y con la piel de este ser, el teatro y el mundo se mostraron esta vez diferentes. Fue y es maravilloso que una máscara te transporte a otro mundo y a mirar con otros ojos. Veinticinco compañeros diferentes, veinticinco clowns diferentes y únicos, había magia en cada uno y nos llenó de emoción y ansias ver a cada compañero siendo otro con tanta naturalidad.
Exploramos una pizca de cada materia y con ello lo que nos espera más adelante. Ya lo decíamos y lo recordamos a cada momento como nuevos alumnos de la escuela: no es fácil estudiar teatro. Lidias con personas que argumentan que es sólo un pasatiempo, lidias con vos mismo, con tu cuerpo, con tu cansancio físico y con horas de estudio, práctica y conocimiento. Sin embargo, cambiar tu vida “normal” por esto, despertarte todos los días temprano sólo por pasar una de estas materias, por aprender algo que no aprenderás en otro lado, por emocionarte, por salir todos los días agotado, te lleva a pensar que no te has equivocado y que queda mucho más por recorrer, la palabra “teatro” ya forma parte de tu diario vivir y cada gota de sudor se convierte en una expresión: ¡amo hacer esto!
Alejandra Rea
Estudiante de Primer año